Hace mucho tiempo existió un país. En él reinaban con prosperidad el rey y la reina. El pueblo vivía bien en su gobierno, y nadie tenía queja. Quizá en algún momento se excedieran un poco ejerciendo su poder, pero en general eran justos.
Finalmente, llegó el muy esperado día en que la reina se quedó encinta. Sonaron campanas de celebración por todo el reino.
No hubo problema alguno. La reina se mantuvo perfectamente sana durante toda la gestación, con las mejillas sonrosadas y siempre completamente feliz. Los hados predecían una gran tragedia, pero todo era tan perfecto que simplemente se creyó que se equivocaban.
Pero no fue así.
La primera tragedia fue el día del parto.
La reina falleció cuando dio a luz a su hija, la menor de los gemelos que había alumbrado. Había sido un parto largo y complicado. La reina era demasiado joven para afrontar el nacimiento de dos bebés seguidos, y el esfuerzo pudo con ella.
El rey lloró a raudales y maldijo su suerte. Decidió criar solo a uno de los bebés que su amada esposa había traído al mundo, y el otro dárselo al ama de llaves, una joven sirvienta que no podía tener hijos y cuyo esposo había fallecido hacía tiempo en una guerra.
Apenas tardó en decidir un par de semanas. Escogió a la niña, que le recordaba tremendamente a su reina, y, tras darle nombre, cedió al niño a la sirvienta.
La sirvienta accedió a cuidarlo, pidiéndole solo una cosa al rey: ella lo cuidaría como a su propio hijo, pero jamás le ocultaría que era el hermano de la princesa, y se convertiría en su criado personal cuando creciera. El rey aceptó, no viendo en ello ningún problema.
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Crió a la princesa con todas las comodidades, jamás privándola de nada.
El niño fue educado para ser el sirviente perfecto. Desde pequeños, ambos jugaron juntos siempre. Esa fue la única concesión que permitió el rey.
El niño se convirtió en un muchacho bondadoso, amable y generoso, con un gran corazón, aunque era cómplice en las travesuras de la niña, que creció caprichosa y egoísta.
Un día trágico, el rey enfermó. Los gemelos contaban con la edad de catorce años. El hombre cedió todos sus poderes a su hija, que gobernaría a partir de ese momento, en vez de cederlos a un consejero que ejerciera esa función hasta que ella hubiera madurado lo suficiente. Nadie supo jamás las razones que llevaron al rey a tomar esta extraña decisión, pero se acató a rajatabla.
Finalmente, llegó el muy esperado día en que la reina se quedó encinta. Sonaron campanas de celebración por todo el reino.
No hubo problema alguno. La reina se mantuvo perfectamente sana durante toda la gestación, con las mejillas sonrosadas y siempre completamente feliz. Los hados predecían una gran tragedia, pero todo era tan perfecto que simplemente se creyó que se equivocaban.
Pero no fue así.
La primera tragedia fue el día del parto.
La reina falleció cuando dio a luz a su hija, la menor de los gemelos que había alumbrado. Había sido un parto largo y complicado. La reina era demasiado joven para afrontar el nacimiento de dos bebés seguidos, y el esfuerzo pudo con ella.
El rey lloró a raudales y maldijo su suerte. Decidió criar solo a uno de los bebés que su amada esposa había traído al mundo, y el otro dárselo al ama de llaves, una joven sirvienta que no podía tener hijos y cuyo esposo había fallecido hacía tiempo en una guerra.
Apenas tardó en decidir un par de semanas. Escogió a la niña, que le recordaba tremendamente a su reina, y, tras darle nombre, cedió al niño a la sirvienta.
La sirvienta accedió a cuidarlo, pidiéndole solo una cosa al rey: ella lo cuidaría como a su propio hijo, pero jamás le ocultaría que era el hermano de la princesa, y se convertiría en su criado personal cuando creciera. El rey aceptó, no viendo en ello ningún problema.
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Crió a la princesa con todas las comodidades, jamás privándola de nada.
El niño fue educado para ser el sirviente perfecto. Desde pequeños, ambos jugaron juntos siempre. Esa fue la única concesión que permitió el rey.
El niño se convirtió en un muchacho bondadoso, amable y generoso, con un gran corazón, aunque era cómplice en las travesuras de la niña, que creció caprichosa y egoísta.
Un día trágico, el rey enfermó. Los gemelos contaban con la edad de catorce años. El hombre cedió todos sus poderes a su hija, que gobernaría a partir de ese momento, en vez de cederlos a un consejero que ejerciera esa función hasta que ella hubiera madurado lo suficiente. Nadie supo jamás las razones que llevaron al rey a tomar esta extraña decisión, pero se acató a rajatabla.
Y desde ese momento, el país cambió completamente.
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Bueno, esto va avanzando. Mañana (si eso, porque tengo exámen pasado¬3¬) cuelgo el siguiente pedacito.
La imágen la saqué de una captura de un PV de Servant of Evil (que no se como me las apaño, pero siempre que lo veo acabo echando la llantina del sigloT_T. Siempre)
Me voy a permitir unas cuantas licencias poéticas con respecto a la versión de la canción para hacerlo más coherente (y porque me gusta más a mí, que diablosXD). No lo voy a cambiar, pero aviso ahora para que luego no haya problemas^^ (que no creo, pero bueno)
Con este pedazo... pues cualquier cación instrumental iría bien. yo diría que quizá la de Victor's piano solo, de La Novia Cadaver (El Cadaver de la Novia en Latinoamérica, creo^^), pero tiene que ser una con un comienzo tranquilo y un final súbito. Pero de todas maneras tampoco lo tengo muy claro, porque con escribí sin música=_=.
Eso, que si os gusta me dejéis un comentario, que vayais pasando el link, etc, blablabla.
Si puede ser mañana, o si no pasado, cuelgo lo siguiente^^.
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